Una persona más inteligente que yo me dijo una vez que en esta vida todos llegamos llorando, pero que la magia de la misma es intentar vivirla sin dejar de sonreír. Personalmente no veo muy desencaminado ese planteamiento, aunque me parece una utopía el conseguirlo. Porque, seamos sinceros, todos hemos pasado por esos días en que nada nos convence, o nada nos motiva, o, simplemente, no tenemos ganas de luchar por esa sonrisa que encanta a la vida, la que se supone que da sentido a nuestra existencia y nos hace disfrutar. Todos hemos pasado por rupturas y pérdidas, ya sean de mayor o menor medida, y esas pérdidas nos han cegado por un tiempo en nuestro camino y nos han apartado de la utópica felicidad que queremos perseguir. Claro que en esos momentos podemos intentar sonreír, pero lo correcto, según mi punto de vista, es dejar que las lágrimas limpien nuestro cuerpo, aunque nos desechen las sonrisas, y estabilizar la balanza de lágrimas-sonrisas que todos llevamos en nuestro corazón. En esos momentos no podemos pretender aparentar lo que no es, por mucho que lo hayamos prometido, porque si no limpiamos nuestra alma, nunca podremos aprender de la suciedad que no nos ha manchado.
Por supuesto que sonreír es importante, además de precioso. Cuántas veces he podido enamorarme de una sonrisa sincera... mas creo que me he enamorado más de una lágrima de esa misma persona. Una lágrima (de tristeza) simboliza impotencia, pero también deseo de cambio; simboliza sufrimiento, pero también preocupación por los demás; simboliza crecimiento y maduración emocional, y también simboliza cansancio y arrepentimiento. Pero si algo de verdad simboliza, para mí, una lágrima, es necesidad de otra persona y necesidad de aceptación.
Quizá una lágrima no esté tan bien vista como una sonrisa, pero en realidad qué podemos esperar, vivimos en una sociedad donde ocultamos el sufrimiento y nos ponemos caretas solo para que la gente no sepa de nuestras caras largas. Vivimos en un teatro donde todos somos payasos Augustos que portamos siempre sonrisas e instigamos bromas y gracias. Y creo que nunca nadie piensa que lo que de verdad da sentido a nuestras vidas no es la sonrisa, sino la lágrima; porque es la que nos hace caer, plantearnos cosas y querer luchar por levantarnos y seguir el camino sin volver a caer en el mismo sufrimiento. Cierto que la sonrisa da color a nuestra vida, pero la lágrima es la pintura que utilizamos para ello, es indispensable para valorar de verdad lo que conseguimos.
Y más de uno se preguntará: ¿A qué viene este rollo seudointelectual y profundo? Pues realmente no viene a nada en especial, tenía el antojo de contarlo.
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