"El viaje más infinito que te puedo prometer llega sólo hasta el domingo más triste de cada mes..."

martes, 29 de noviembre de 2011

Decía Hemingway

Decía Hemingway que un buen relato debe ser como un iceberg: lo que se ve es siempre menos que lo que queda oculto bajo el mar, y otorga intensidad, misterio, fuerza y significación a lo que flota en la superficie

martes, 15 de noviembre de 2011

Carta del desamor

Esto lo escribí en abril de 2007, aproximadamente. Ha llovido mucho desde entonces, pero aún hay cosas que no han terminado de pasar.


Al final lo consiguió. La Fortuna terminó con todo y nuestras almas se separaron miles de kilómetros. Nuestro amor, antes tan fuerte y grande, mermó en un picor en el pecho que no hace más que escocer dentro. Sin embargo, después de tanto dolor y escozor, tras rascarme el pecho con tanta fuerza que casi llego al corazón, volvería a elegirte entre todas las flores del ramo. No me importa saber el final de la historia, pues la he escrito yo; sólo deseo, aunque sé que es imposible, que las cosas transcurran de distinto modo a como pasaron, que las noches sean noches y los días, días; pero que en cada noche hubiera amor y respeto, y en cada día hubiera felicidad. Lo sé, nuestro sentimiento estuvo muerto incluso antes de haber nacido, estuvo desangrándose dentro de nosotros y sólo nos dimos cuenta de ello cuando su bolsa rebosaba de sangre. Después, todo se tiñó de negro, incluso la oscuridad misma; las noches se hicieron más noches, pero los días no se hicieron días. De todo ello no dejamos más que un reguero de recuerdos y emociones que se esparcieron por mi mente torturándome día tras día, brotando en cada esquina que cruzaba y apuñalándome el corazón, ese corazón que casi toco con mis uñas de tanto rascarme. Dejamos más recuerdos de todo de los que pensamos, aún, tras mucho tiempo pasado, sigo encontrándote en mi cama; despreocupada, ausente, mortífera. Sigo viendo tus ojos en la oscuridad, y me miran; pero no me miran despreocupadamente, me miran con lástima, como esperando mis lágrimas para hacer que les preocupa. Cuando esto ocurre, noche tras noche en mi último reducto de melancolía, me muerdo la lengua para no llorar, para no darles la satisfacción del sufrimiento del amor. Decirte que eres mi último pensamiento antes de dormirme y el primero al despertar sería mentirte, no tienes ese privilegio; tendría que decirte: "No eres el último y el primero, ni siquiera el penúltimo y el segundo, y así hasta el infinito; pues tú eres todo mi pensamiento, el primero, el segundo, y cada uno de los siguientes. Eres mi cabeza, y eres mi imagen al mirar a la calle. Eres tú, y sólo tú, la persona que veo, pienso y lloro al acostarme."