"El viaje más infinito que te puedo prometer llega sólo hasta el domingo más triste de cada mes..."

domingo, 30 de enero de 2011

El palacio de la Luna

"Así fue como finalmente me rescataron: porque los dos salieron a buscarme. En aquel momento yo lo ignoraba, claro está, pero, sabiendo lo que sé ahora, me es imposible recordar aquellos días sin sentir una oleada de nostalgia por mis amigos. En cierto sentido, eso altera la realidad de lo que experimenté. Yo había saltado desde el borde del acantilado y justo cuando estaba a punto de dar contra el fondo, ocurrió un hecho extraordinario: me enteré de que había gente que me quería. Que le quieran a uno de ese modo lo cambió todo. No disminuye el terror de la caída, pero te da una nueva perspectiva de lo que significa ese terror. Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad."

viernes, 7 de enero de 2011

Paul Auster

Dos textos sacados de dos libros de Paul Auster. El primero es una anécdota de Kafka, el segundo, una pregunta y una respuesta de una entrevista real. En negrita, antes del texto, el nombre del libro donde viene el mismo.

Brooklyn Follies

-Vale. Cuéntame ya esa historia.
-De acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca... Estamos en el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere en la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.
"Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el  que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.
"Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.
"Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increible que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, Era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida para siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente decide casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
"Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia siga su curso, la realidad deja de existir.


Pista de despegue

Extracto de una entrevista concedida por Edmon Jabès en el año 1978. El entrevistador fue Paul Auster.

Paul Auster: ¿Escribió así sus primeros poemas? ¿O con El libro de las preguntas comenzó algo completamente distinto para usted?

Edmon Jabès: Hay algo que siempre me ha intrigado sobre mis poemas... y es que siempre conocía su longitud antes de escribirlos. Sabía que ocuparían tres páginas, seis páginas o media página... Creo que la única explicación posible para esto es que cuando escribimos un poema, ésta ya está escrito en nuestro interior, aunque no seamos conscientes de ello. Esta idea me parecía muy curiosa. Yo comenzaba un poema, escribía un verso o dos, y luego salía -al cine, por ejemplo-, sabiendo que cuando volviera continuaría escribiendo como si no me hubiera separado de él ni un segundo, como si el poema hubiese continuado escribiéndose dentro de mí. Recuerdo un poema largo de diez páginas. Una noche llegué a casa y me fui a la cama. Luego me levanté a medianoche y mi esposa me preguntó: "¿Qué ocurre? ¿Estás enfermo?"; yo le contesté: "No, voy a escribir." Me senté a mi escritorio y comencé a escribir ese poema. Después de un rato volví a la cama. Al día siguiente, continué como si nunca lo hubiera interrumpido. Al volver a la cama le había dicho a mi mujer que ese poema tendría diez páginas y tuvo exactamente diez páginas. ¿Cómo explicarlo? Es incomprensible. Hay algo que ya está trabajando en nuestro interior, y un pequeño incidente, una emoción, un encuentro casual lo saca a la luz... Por eso las etapas infértiles en los poetas, las temporadas en que uno no puede escribir nada son especialmente dolorosas. Todo va muy bien; uno escribe diez poemas, veinte poemas en apenas unos meses y se siente feliz; pero luego, de repente, no puede crear nada más, no es capaz de coger la pluma o escribir un solo verso. En esos periodos, uno se sume en un horrible mar de dudas. Tiene miedo de no poder volver a escribir. Esto es algo extraordinario, algo que la mayoría de la gente no comprende. Siempre que uno escribe corre el riesgo de no volver a hacerlo jamás... Y luego, a veces, nace un nuevo poema y uno se siente totalmente liberado; se dice a sí mismo: "Por fin ha vuelto." Y escribe y escribe, pero al final descubre que no llega a nada... Se escribe a su tiempo... es algo que no puede forzarse.